Puesta en escena gastronómica

Pensamientos gastronómicos
Lecturas y productos gastronómicos que ponen a funcionar nuestras neuronas

Pensamientos gastronómicos

Publicado por | 11 de abril de 2014
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Puesta en escena gastronómica
Hace poco estuve con una amiga italiana viendo la nueva producción de Alice’s Adventures in Wonderland por el Royal Ballet. La coreografía de Christopher Wheeldon nos pareció una obra maestra —me parece también magistral la partitura de Joby Talbot, tan enigmática y mágica—. Para mí que este coreógrafo inglés representa la continuación del legado de Kenneth McMillan, pero entiendo que al habernos centrado este año en el academicismo, la libertad de movimientos que se respira en Alice’sAdventures es como un soplo de aire fresco.

¿Y por qué vuelvo a hablar de ballet en mis «Pensamientos gastronómicos»? Porque durante el descanso estuvimos charlando sobre los orígenes del ballet académico. Entonces, saqué a relucir la figura de Luis XIV, un amante del ballet y buen bailarín, que recibió clases de Pierre Beauchamps, el maestro que ideó las cinco posiciones básicas de los pies, que siguen siendo básicas hoy. Beauchamps inventó para Luis XIV el royal, un paso de pequeña batería que no puede tener un nombre más apropiado y que ha perdurado hasta nuestros días. Los rayos del sol son largos y sinuosos.

Durante el reinado de Luis XIV se produjo una verdadera revolución en el gusto estético, culinario y artístico. Al parecer de Joan de Jean en La esencia del estilo, es el Rey Sol el origen de esa revolución marcada por la elegancia, el refinamiento y la delicadeza. Luis XIV hizo del gusto francés una puesta en escena en todos los sentidos. En el gastronómico, también. Porque este nuevo arte de la mesa, inseparable del arte aristocrático de vida, no solo se nutría del placer gastronómico sino también de la puesta en escena que entrañaba. Los festines no se limitaban a la mesa, a las mantelerías, las vajillas, las cuberterías, los manjares, las pirámides de frutas, las flores, los cisnes, los faisanes, los panes en forma de lira. Todas esas delicias iban acompañadas de conciertos, representaciones teatrales, ballets, fuegos artificiales… Que se lo pregunten a Vatel, que se dedicó a organizar estas puestas en escena gastronómicas en el palacio de Chantilly, propiedad de los príncipes de Condé, y antes en Vaux-le-Vicomte, propiedad del malogrado Fouquet.

El 17 de agosto de 1661 Fouquet recibió en Vaux al rey, la reina madre y toda la corte —dicen que unas seis mil personas contando con los cocheros y los lacayos de los cortesanos—. Se representó por primera vez en los intermedios el ballet-comedia Les Fâcheux, de Molière. El rey entró en el jardín entre dos grandes canales adornados por cuatro chorros de agua de altura extraordinaria; el agua corría por la hierba y se oía el agradable murmullo de doscientos chorros de agua de más de treinta y cinco metros de altura que brotaban de cincuenta fuentes en forma de concha maravillosamente talladas, situadas en diversos parterres. Al final del camino, dos enormes cascadas…

Entenderán ahora ustedes la razón de mis divagaciones. Conozco al dedillo muchos ballets contemporáneos en los que se representan escenas gastronómicas. El propio Alice’s Adventures in Wonderland comienza con una escena en la que los padres de Alicia dan un té en su casa de Oxford —Alicia era hija del decano del oxoniense Christ Church college, Henry George Liddell—. Aparecen varias doncellas colocando en la mesa una deliciosa gelatina de naranja, bizcochos, scones, unos pastelitos de mermelada de fresa —que desatan luego una tragedia— y sirven el té. El té pure British está presente en casi todas las escenas, especialmente en la del sombrerero loco, representado por el australiano Steven McRae, que demuestra también su virtuosismo como bailarín de claqué. Aparece también por allí la duquesa carnicera, que hace salchichas y descuartiza cerdos. Y, además de los manjares que Alicia tiene que comer y beber para cambiar de tamaño, una oruga sexy le ofrece un trozo de seta alucinógena

Pero hay mucho más: en la versión de Sir Peter Wright de Cascanueces, una tarta deliciosa hace su aparición en el primer acto… El segundo transcurre en el país de las golosinas, en el que el chocolate está representado por cuatro bailarines españoles. Mijail Barishnikov bebe sin descanso una copa de vino en una taberna española en el segundo acto de Don Quijote. Un banquete es el tema central de El hijo pródigo de George Balanchine. Las copas de vino vuelan en el primer acto de El lago de los cisnes. El segundo acto de La viuda alegre transcurre en el afamado restorán francés Maxim’s. El primer acto de Giselle transcurre durante la vendimia. El lobo de Pedro y el lobo se come un pato, crudo, eso sí. Romeo y Julieta beben para olvidar…

Hasta aquí, que creo que ahora sí que estoy empezando a divagar…

Covadonga de Quintana
Editorial Tejuelo

© Fotografía de la autora: Balabasquer
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